Siempre me resultó imposible el no imaginar mi futuro durante todos los años que duró mi tiempo universitario. Me imaginaba como la editora jefe de una de las mejores revistas de moda del panorama español, también como una gran crítica culinaria o como reportera de guerra cubriendo la guerra civil de Siria desde el foco del conflicto.
Aunque debo de reconocer que de esto último fue responsable la periodista y escritora especializada en política internacional, y en otras muchas cosas más, Mercedes Gallego. A quién tuve la oportunidad de entrevistar para una práctica durante mis últimos años de universidad.
Constantemente pensaba en el futuro, ubicado en todo momento en grandes ciudades como Madrid, Barcelona o incluso Londres, tal vez París. ¿Por qué no fantasear con mi futuro si todo lo que me esperaba era tan brillante que necesitaba factor solar del 100 para no quemarme?
El caso es que mientras yo saltaba de fantasía en fantasía, el tiempo corría y casi sin darme cuenta, estaba en el Paraninfo de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Castilla-La Mancha para recibir la beca de color gris que me identificaba como periodista recién graduada.
Como eso, como una recién graduada con ganas de comerse el mundo luché durante varios años para hacerme con un huequecito en el sector, siempre con una sonrisa y sin tirar la toalla. Sin embargo, el periodismo español me ofrecía unas condiciones tan lamentables que me vi obligada a empaquetar mi vida entre cajas y maletas para emigrar a otro país donde pudiera forjarme un futuro más digno. Porque fantasear está muy bien, puede llegar a ser divertido en algunas ocasiones, pero la realidad es que hay que pagar las facturas y llegar a fin de mes sin que el proceso se convierta en un martirio.
Ya casi tenía todo organizado. De hecho, se notaba en el ambiente que una nueva vida estaba a punto de comenzar, y así fue. Empecé una nueva vida pero no como lo había imaginado durante mis años de universidad porque la locura más loca que he cometido en toda mi vida no surgió ni en el extranjero, ni en el pueblo que me vio crecer, ni en una de las grandes ciudades con las que había fantaseado durante años.
Aunque para llegar a ese punto, tenemos que retroceder en el tiempo.
Aquí va un Subtítulo en H2
Unas semanas antes de que emprendiera mi andadura en el extranjero, conocí a un chico de La Roda que me robó el corazón y, en cierto modo, el sentido también. Porque no tuvo que pasar mucho tiempo para que cambiara mis planes de mudarme al extranjero por los de quedarme en España y ver qué es lo que pasaba con este chico que acababa de conocer.
En aquella época, él trabajaba en un negocio familiar que requería mucha implicación y le dejaba muy poquito tiempo libre. Así que como acababa de dejar mi trabajo de camarera en el restaurante de mi pueblo para mudarme al extranjero, era yo la que iba y venía a La Roda para poder pasar tiempo juntos y conocernos mejor.
Todo iba genial. Éramos muy diferentes pero con muchas cosas en común. Él me enseñaba a frenarme y a tomarme la vida con más calma mientras que yo le hacía ver la vida desde un punto más analítico. Nos complementábamos a la perfección, tanto que al mes y medio de conocernos me pidió que me fuera a vivir con él a La Roda. Una locura que nunca había imaginado.
No, en mis fantasías de universitaria nunca hubo espacio para imaginarme viviendo en un pueblo. No por nada, sino porque yo soy de pueblo. De un pueblo bastante pequeño y sin apenas industria. De un pueblo que lo único que tiene para que una mujer se gane la vida es la hostelería, el campo, la limpieza y los cuidados de niños y ancianos. Por eso sabía de buena tinta que las oportunidades para una chica graduada en periodismo que se quiere dedicar a la comunicación y al marketing digital son prácticamente inexistentes en un pueblo. De ahí que me asustara a horrores el hecho de que lo que estaba empezando con el chico de La Roda saliera bien.
¿Qué iba a hacer yo con la formación que he recibido en un pueblo? Vale que La Roda es tres veces mayor que mi pueblo, literal. Pero al fin y al cabo es un pueblo y en los pueblos no hay oportunidades para las chicas que tienen objetivos tan altos como los que yo tenía en aquel momento. O por lo menos eso creía.
Aquí va un Subtítulo en H2
El hecho de que Salva me pidiera que me fuera a vivir con él en La Roda cambiaba todos mis planes. Ya no era un “a ver qué pasa”, era un “vente e intentemos construir una vida juntos”. Por eso tenía que saber con mucha urgencia si en La Roda había cabida para una chica como yo. Así que aproveché todo ese tiempo libre que tenía cuando Salva se iba a trabajar para analizar La Roda y averiguar si la relación con Salva podía seguir adelante o si por el contrario, teníamos que terminarla porque para mí era muy importante que mi formación, mi esfuerzo y la inversión que hicieron mis padres no terminaran en el cubo de la basura.
No tuve que investigar mucho para darme cuenta de que aunque La Roda fuera un pueblo, no tenía nada que ver con el concepto de pueblo al que yo estaba acostumbrada. Lo primero que traté de averiguar fue si cabía la posibilidad de ejercer el periodismo en la localidad, cosa que para mí era muy importante. Para mi sorpresa, La Roda cuenta con su propia emisora de radio y su propio canal de televisión por cable. Lo que me animó a seguir investigando.
Otro de los sectores a los que me podía dedicar con mi formación es la comunicación corporativa y el marketing digital, dos sectores muy cotidianos en las empresas grandes.
De modo que me puse a averiguar a cuanto ascendía la renta bruta media de La Roda y de dónde procedían esos ingresos.
Como en la mayoría de pueblos, una gran parte de la economía rodense procede de la agricultura y la ganadería. Aunque el sector agrícola no es el único que contribuye con la economía de La Roda. Los yacimientos de tierra blanca en la localidad, materia prima que se utiliza en la fabricación de pintura y otro tipo de revestimientos, hace que La Roda de se convierta en una de las mayores cunas de fabricantes de pintura de España con fábricas que rondan entre los 6 y 30 millones de euros de producción anual. Generando así, decenas de puestos de trabajo.
Pero eso no es todo porque conforme avanzaba en mi investigación, más factible se hacía la posibilidad de formalizar la relación con S. Porque además de la industria agrícola y la industria química, la industria alimentaria también se hace notar dentro de la economía rodense. Donde destacan vinos y quesos con denominación de origen La Mancha, los fabricantes del dulce más típico de la provincia de Albacete, los miguelitos, y el único fabricante de torta cenceña de toda la provincia.
Por otro lado, la ubicación estratégica de La Roda convierte a la localidad en un punto clave de conexiones terrestres de la red nacional de carreteras. Así pues, en La Roda se enlazan la AP-36, La Roda-Ocaña, y la A31, autovía de Alicante. Además, la localidad es atravesada por la carretera nacional N301, Ocaña-Cartagena. Como consecuencia, este centro de conexiones terrestres que es La Roda, ha fomentado un gran desarrollo del sector del transporte en el municipio, otro gran contribuyente de la economía de La Roda.
Y siguiendo por la línea de las comunicaciones, La Roda cuenta con su propia estación de Renfe y su propia estación de autobús, que sumado a su ubicación estratégica en la red de carreteras de España hace que la localidad tenga una muy buena comunicación. Y que, por ejemplo, te puedas presentar en cualquier punto de la costa alicantina, de la costa murciana o del sur de la Comunidad de Madrid en poco más de dos horas.
Estaba claro que en La Roda había trabajo suficiente y que por mucho que me costara encontrar un trabajo que me permitiera desarrollar mis habilidades como especialista en comunicación, no era un objetivo difícil de alcanzar. Ahora ya sólo me quedaba averiguar si yo era capaz de enamorarme de este pueblo pero para ello antes me hacía falta investigar el municipio, sus alrededores y sus costumbres. De modo que me senté frente al portátil, me recogí el pelo y continué con la investigación.
Aquí va un Subtítulo en H2
Resulta que en La Roda se puede conseguir, prácticamente, todo lo que necesites para desarrollar tu día a día con completa normalidad. Tiene varios colegios, varios institutos, un centro de salud bastante completo, zonas verdes para ir con los niños, parques para perros, múltiples espacios para practicar diferentes deportes, más de cinco supermercados, restaurantes, bares, tiendas, farmacias… Lo tiene todo, pero si eres de los que les gustan las grandes ciudades sin renunciar a los beneficios de vivir en un pueblo, no hace falta que te pegues dos horas y media de coche porque a 30 minutos escasos está la ciudad de Albacete. Para hacer compras de cualquier tipo, para temas médicos especializados o para una noche de fiesta.
Pero si por el contrario, eres un apasionado de la naturaleza, la fauna y lo rural, a menos de 20 minutos te puedes desplazar a lugares con mucho encanto como La Losa, El Carrasco, El Recodo Bello, Quitapellejos, La Manchega o Las Hoces del Batanejo. Todas ubicadas alrededor del río Júcar, entre La Roda, Fuensanta y Villalgordo.
El sí quiero para vivir en La Roda estaba casi sentenciado pero después de tanta investigación quise despejar la mente para no tomar una decisión precipitada. Me puse las zapatillas cogí a Tango, el perro de Salva, y me fui a dar un paseo por las calles de La Roda mientras que hacía un balance de todo lo que había averiguado en mi investigación.
Mientras que contemplaba cada uno de los detalles de cada calle, mentalmente iba haciendo una lista de pros y contras para decidir si me quedaba a vivir en La Roda. Lista de “pros”. No sólo que me permite estar cerca de Salva, sino que además puedo aspirar a un puesto de trabajo que me permita desarrollar las habilidades que adquirí durante mi tiempo de formación. La ubicación de La Roda es tan buena que puedo estar en casa de mis padres en apenas 50 minutos. Puedo ir a ver a mis amigas a Madrid sin preocuparme de la conducción porque hay estación de tren.
Vivir en La Roda es bastante asequible porque tanto comprar una casa, como llenar la cesta de la compra es bastante barato. Si quiero desconectar me puedo escapar al río en un abrir y cerrar de ojos… Lista de “contras”. No había nada que pudiera apuntar en la lista de “contras”.
Está decidido, me quedo a vivir en La Roda.